El poder excesivo y el deterioro del principio y valores: Una equivalencia
del Alzheimer moral
Introducción
Casi siempre se puede observar en la vida diaria,
en el ámbito político o empresarial a gobernantes o altos ejecutivos que después
de llegar a la cima de sus organización, la presidencia de un país o la
gerencia general de una gran corporación pública o privada, empiezan a ejercer un gobierno o dirección de
manera autoritaria, ajena a los propósitos de la entidad a la que dirigen,
errática y con resultados que evidencian la ausencia y no la presencia de un
gobernante o líder empresarial.
¿Cuál es la explicación? Hay varias razones
porque son varios los síntomas de la enajenación, aislamiento o anomia observada.
Una de ellas, el aislamiento se explica porque el gobernante o ejecutivo de alto nivel es rodeado por una plétora de
sujetos inescrupulosos cuyos objetivos personales son totalmente opuestos o
discrepantes con los del país o la empresa, pero que han descubierto
debilidades del supuesto líder que son aprovechadas plenamente.
El mal de
Hubris, por el que la persona confunde la
realidad con sus fantasías, posibilita la actuación sesgada de los
gobernantes o altos ejecutivos, que al
creerse el centro del universo, olvidan que el objetivo o justificación de la
posición o cargo que ocupan es la marcha adecuada y el buen gobierno de una
entidad, un país o una empresa. Es una especie de narcisismo exacerbado que
aflora en circunstancias de ejercicio absoluto
del poder.
Otra explicación que también puede usarse, y por
lo general es incuestionable o no admite
contraejemplo, es el Principio de Peter. Las personas que ocupan un puesto que
está más allá de su nivel de competencia cometerán abiertamente errores y arbitrariedades
que explican la incapacidad y falta de idoneidad para el cargo.
En algunas personas, por razones genéticas, el Mal de Alzheimer es una situación
fisiológica cruel y agresiva que lentamente deteriora las capacidades básicas de las personas, sea para realizar actos
cotidianos o elementales como vestirse, para recordar hechos o realizar actividades mentales, entre otros problemas
indeseables. En el caso de los gobernantes
o ejecutivos, la enajenación, el aislamiento y el deterioro de la calidad de sus
decisiones se pueden considerar como un mal
de “Alzheimer moral”.
Todas estas condiciones, presentes en distinto grado, generan una
obsolescencia gradual y por lo general sin retorno de la capacidad de gobierno, nacional o
empresarial, una degradación creciente de las capacidades inicialmente
demostradas y que deberían ejercitarse plenamente para el beneficio de la
entidad dirigida. En el gobierno, en algunos casos el fin es violento (Egipto,
Libia), en otros casos por la enajenación total del aparato del poder, la situación
se deteriora pero se mantiene en una sociedad decadente (Corea del Norte, Venezuela,
Cuba). En las empresas, el resultado puede ser la quiebra de la empresa o el
despido del ejecutivo. En todos estos casos se puede hablar de un Alzheimer
moral creciente, que a diferencia del mal físico que es solo personal, éste es
contagioso y se expande con la velocidad de una epidemia.
¿Cómo se configura esta degradación moral en los gobiernos o
empresas?
Sugiero recordar el pasaje de la Biblia en el
que el demonio, en pleno desierto, trata de tentar a Cristo ofreciéndole todo
el poder del mundo a cambio de la sumisión y renuncia a la independencia moral.
Cristo obviamente resiste la tentación porque no tenía las debilidades que caracterizan
a una persona común. Entre las debilidades o fisuras en el carácter pueden estar
la relación pasada con personajes o grupos oscuros
e indeseables, la homosexualidad u otras obsesiones sexuales, la falta de
carácter o definición conyugal, la adicción a las drogas u otras sustancias,
entre otras cosas.
Los
sujetos que descubren esto hechos, como el demonio que intenta manipular
a Jesucristo, tratarán de convencer al gobernante
o ejecutivo, y por lo general lo logran, de que ellos poseen la sabiduría y capacidad
de control de la situación de modo que debe transferirles el poder, la libertad
de gestión y decisión. Cuando lo logran, el gobernante o ejecutivo, es solo un
fantoche o marioneta. Por supuesto, para asegurar su control y evitar la reacción
o despertar del que ha sido tentado, acumulan pruebas (evidencias de todo tipo;
fotografías videos, documentos y otros) que les permiten el chantaje.
Un ejemplo claro de este hecho fue el presidente
peruano Alberto Fujimori, que demostró capacidad ejecutiva y efectividad en los
primeros tiempos de su gobierno al evitar que le país cayera en el abismo
creado por un gobierno anterior cuyo representante máximo era la expresión
absoluta del mal de Hubris. Cuando un diabólico
asesor, Montesinos, entró en escena, con
más habilidad y astucia que el diablo mismo, pervirtió tanto a Fujimori y se
mimetizó con él que al final no se sabía quién el tentador ni quien fue el
tentado. La enajenación de la realidad y el cambio radical de objetivo transformaron
a un incipiente líder en un oscuro ejecutor de actos desligados totalmente de
los objetivos nacionales.
En las gráficas 1 y se muestra que aunque el
fenómeno “natural” de degradación de la capacidad directiva se presenta cuando existe permanencia en el poder
por tiempo prolongado, este deterioro se acelera si existen personas o grupos con intereses oscuros, que
logran imponerse sobre el gobernante o
ejecutivo.
Podría hablarse de la obsolescencia de la capacidad para ejercer correctamente y
con eficacia el poder, y en situaciones donde el gobernante o ejecutivo es solo
una sombra o caricatura de lo que debería ser como tal, el poder se mantiene pero se usa indebidamente o permite que aquellos que lo controlan al
gobernante o ejecutivo, lo ejerzan arbitrariamente. Esta es la situación más
común, por supuesto las más destructiva o dañina en todo sentido.
La gráfica 3 indica que si actúan de manera
decidida aquellos que controlan al gobernante o ejecutivo, se supera
rápidamente la línea de cordura en la que el gobernante o ejecutivo, pueden ser autoritarios,
pueden cometer errores pero aún las decisiones no son abiertamente nocivas para
la organización, y existe la posibilidad de rectificación. Cuando se supera esa
“línea de cordura”, no hay retroceso ni capacidad de rectificación o enmienda,
simplemente se cae al abismo (moral, político, empresarial, financiero)
Hay que recordar que el mal de Hubris (o Hubry)
que sufren los gobernantes o ejecutivos es una oportunidad única que se aprovecha
íntegramente por los cortesanos para asumir el control. Y quien sufre del mal
de Hubris (presidente, ministro, congresista, gerente general, gerente
sectorial o cualquier alto cargo) es por lo general alguien con personalidad
inestable y deficiente, con deficiencias intelectuales en muchos ámbitos, con
un ignorancia abierta aunque no admitida, exceso de autosuficiencia, casi
siempre sin tener los méritos personales y profesionales para ocupar el cargo,
con temores y las debilidades personales señaladas antes.
Por ello, es recomendable la alternancia, el
cambio periódico de gobernantes o ejecutivos, porque con ello se frena el
avance hacia el deterioro, tal como se muestra en la gráfica 4. Por supuesto,
lo ideal es que se evite la elección, reelección o nombramiento de gobernantes
o ejecutivos que tienen la incapacidad potencial (mal de Hubris, Principio de
Peter, debilidades y fisuras personales). Una sociedad u organización que los
elige tiene vocación suicida o es masoquista.
Maquiavelo señalaba que el buen príncipe, para
controlar la situación plenamente, debía
rodearse de personas que actuaran según sus designios y voluntad, mas no
de aquellos que intentaran controlarlo a él. Si el príncipe no lograba o no
podía ejercer este control, el gobierno (y obviamente el príncipe) estaban
perdidos.
Conclusiones
En este caso, no hay receta o consejo universal aplicable sino que en
cada situación, los afectados deben cruzar los dedos o tocar madera para que en
su país o empresa no surjan estos individuos.
En el caso de los gobernantes, es claro que una población
educada y con espíritu crítico puede elegir mejor. Es importante también el
nivel del ethos nacional, el cual, puede
desarrollarse como lo demuestran países
como Singapur y Corea del Sur.
A veces
se califica a los malos gobernantes o
ejecutivos de maquiavélicos, pero si se lee El Príncipe, se verá que nada de
esto es cierto para aquellos que son controlados o dominados por los
subalternos que si son realmente maquiavélicos